Dos goles de James Rodríguez, el primero para una galería de arte, han puesto a Colombia en los cuartos de final de Mundial, un puerto jamás alcanzado en su
Dos goles de James Rodríguez, el primero para una galería de arte, han puesto a Colombia en los cuartos de final de Mundial, un puerto jamás alcanzado en su historia futbolística y en el que le espera Brasil el 4 de julio en la ciudad de Fortaleza.
A los 22 años, en su primera experiencia mundialista pues la última la vivió su país ‘in situ’ cuanto él tenía seis, en 1998, James Rodríguez decidió escoger el estadio Maracaná para sentar las bases del nuevo fútbol de su país gracias a un arquitecto argentino que dirige las obras desde el banco, José Pékerman.
El técnico argentino sigue su camino invicto en las copas del mundo, pues de Alemania 2006 el anfitrión los sacó en una tanda de penaltis.
Y hoy Colombia, que llegó a los octavos de final con nueve puntos de nueve posibles cosechados en la fase de grupos, resultó intratable para una brava selección uruguaya que llegó herida por la pérdida por sanción de su referente, el goleador Luis Suárez, a quien los hinchas le homenajearon en las tribunas con réplicas de su rostro adaptadas como máscaras.
James sumó su quinto gol y pasó de largo en la clasificación de cañoneros a Lionel Messi, Neymar y Thomas Müller.
Marcó a los 28 y los 50 minutos, pero el partido se pudo acabar con la pintura del primer tiempo porque poco inquietaron los celestes, aunque su garra, la ratificación de su valía futbolística en el mundo, la desplegaron como ráfagas en el segundo tiempo ante una defensa que se comportó sin concesiones y un guardameta, David Ospina, que se levantó como un muro.
Uruguay, el cuarto clasificado del Mundial del 2010, el equipo que llevó en volandas a Diego Forlán para convertirse en el mejor de entonces, se despidió del Mundial de Brasil dieciocho días antes de conmemorarse los 64 años del Maracanazo.
El partido comenzó como si no hubiera prisa. Con la convicción de los veintidós de que lo que ha de pasar, pasaría a su debido tiempo en este encuentro sin mañana en el Mundial para el perdedor.
Álvaro ‘Palito’ Pereira, con la encomienda clara de neutralizar a Juan Guillermo Cuadrado, le hizo sentir el peso de la ley de su bota en los dos primeros cruces.
En el callejón izquierdo de Uruguay se citaban con la seguridad de que solo uno saldría airoso.
Rostros crispados, Pereira abanicando sus botas como si fueran sables y Cuadrado, para quien el balón es como un capote, lo amasaba con una verónica aquí, una chicuelina allá, una gaonera por acá, pero el uruguayo, quizá ya marcado en su intención ‘non santa’, evitaba entrar al trapo.
Es que a la vista del árbitro holandés Bjorn Kuipers se deben conservar las formas. Y Cuadrado, si como penetrar, recibe la orden de Pekerman de mudarse a la orilla opuesta y allí lo recibieron de cualquier forma otro Pereira, Maximiliano, y Egidio Arévalo.
Y cuando parecía que todo estaba para unos minutos de siesta de los 73.804 asistentes al Maracaná, apareció ‘el Bendito’ Rodríguez.
El teatro de los sueños se montó en la mitad de la cancha. Cuadrado, que se había mudado a la izquierda, lanza en corto para Abel Aguilar, quien de inmediato cambia la trayectoria en busca de Jackson o Teo.
El balón es rechazado de cabeza por ‘Palito’ Pereira y vuelve a Aguilar, quien con la testa baja el balón a James Rodríguez, a quien una cámara aérea mostraría después exprimido por cinco camisetas uruguayas.
Y con ese tipo de atrevimiento que deslumbra, el del Mónaco, el genio de 22 años, lo duerme en el pecho y sin dejar picar el balón lo despacha con la pierna izquierda por encima de Godín, por encima del último dedo estirado de Muslera hasta impactar bajo el horizontal y de pica barra culminar la pintura.
Nada que hacer ante tremenda tarjeta de visita. James entró a los 28 minutos de este encuentro como socio exclusivo y ‘gold card’ en en bandeja al club de los goleadores del Mundial formado por Lionel Messi, Thomas Müller y Neymar.
Pero cuando apenas comenzaba el segundo tiempo, Cuadrado activó por la derecha el segundo acto. Atrajo a James con el pase, que involucra a Jackson, a Armero en la banda zurda. Su lanzamiento vuela al área y la cabeza de Cuadrado gana a todos.
El Brazuca baja a los pies de James y esta vez, con pierna derecha clavó el segundo.
El colombiano decidió entonces crear una franquicia aparte con el perdón de Messi, Neymar y Müller.
Daniel Ospina, el cuñado de James, tampoco faltó a la ópera de la Compañía de Pekerman pues en pleno vuelo sus manos negaron el gol a ‘Cebolla’ Rodríguez, un latigazo de Edinson Cavani, una vaselina de Stuani y remate en vuelo de karateca de Maxi Pereira.
Fuente: Efe
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