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Sádicos y ‘Malaleches’

Se los digo con el corazón en la mano: a mí no me importa si Silvestre Dangond quiere usar su plata como papel higiénico. Al fin y al cabo, es su dinero y si

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Se los digo con el corazón en la mano: a mí no me importa si Silvestre Dangond quiere usar su plata como papel higiénico. Al fin y al cabo, es su dinero y si quiere darle un uso distinto, es una decisión suya que para nada debe mortificarme o irritarme.

Pienso, por el contrario, que quien resultaría irritado es el mismo cantante, pues, imagino, que la textura de los billetes no es la misma que la del papel sanitario.

No voy a celebrar la frase pronunciada por el artista en Patillal el pasado 26 de diciembre, día que, estoy seguro, no querrá recordar, pero tampoco voy a escandalizarme o rasgarme las vestiduras por otra de sus ocurrencias. Es más, pienso que Silvestre lo hace consciente del delirio que produce con sólo abrir la boca, por eso se da el lujo de decir lo que quiere y hacer lo que se le antoja, aunque en algunas ocasiones se vea en aprietos, como le está ocurriendo ahora de manera injusta.

Después del memorable concierto en Patillal, un día después, el lunes 27 de diciembre, horrorizados y dominados por un ‘moralismo de cuero’, cientos de parroquianos, tal vez miles, vomitaron por las calles y algunos medios informativos de Valledupar, todas las frustraciones acumuladas por cuenta del éxito de Silvestre Dangond. Todos ellos criticaron lo que desde sus puntos de vista fue otra de las “salidas en falso” del cantante. Apostaría mi vida a que muchos, sino todos los que lo amonestaron, también darían sus vidas por tener colgados en sus baños rollos de ‘garavitos’ para asear sus impúdicos pensamientos y sus inconfesables conductas.

Más allá de promover un nuevo y transitorio alboroto contra Silvestre Dangond, provocado en esta ocasión por el anuncio de cambiar sus hábitos  profilácticos, nadie, ni siquiera los miles de espectadores que estuvimos en Patillal aquella madrugada, le reprochó acto indecente alguno, sencillamente porque lo ocurrido en la tarima con un adolescente admirador del cantante, es a nuestros ojos un acto normal y no el episodio escandaloso en que lo convirtió un medio capitalino.

Para mi tristeza, para mi profundo desconsuelo, fue RCN Radio, la cadena informativa donde aprendí a valorar criterios como la objetividad, imparcialidad y manejo responsable de la noticia, la emisora que inició contra nuestro cantante un ataque sádico, tal vez salvaje, que muy pronto contagió a otros medios del interior y sur del país y, quien lo creyera, hasta al ‘costeñísimo’ El Heraldo.

No se trata de un acto de inmodestia de mi parte, pero la experiencia acumulada en tantos años en el ejercicio del periodismo, me otorga argumentos para afirmar que hubo manipulación de la información y una fétida violación de los principios éticos que le dan dignidad a la noticia. Aún rechinan en mis oídos los comentarios alocados de los periodistas de turno, quienes en su afán de mostrar a Silvestre Dangond como un monstruo, no sólo hicieron insinuaciones temerarias, sino que pretendieron deslegitimar la ancestral costumbre costeña de tocar o agarrar el pipí de un niño como una demostración de afecto y no como la aberración a toda costa condenable.

Y quiero detenerme un instante en este punto, porque quiero también dejar claro que me estoy refiriendo al gesto tal vez machista de nuestro medio, de tocar en esa parte a un hijo o alguien allegado a nosotros, para recordarle cual es el uso que debe darle a lo que allí guarda. Habrá alguien que se atreva a negarme, que incluso las propias madres, desde los primeros años de sus hijos varones, los tocan y les preguntan “¿Éste es pa las mujeres?”

Las publicaciones de El Tiempo y El Heraldo fueron injuriosas e innobles. El primero insinuó que el “aguinaldo doble” ofrecido por Silvestre Dangond al niño, fue la entrega de dinero y el pellizco que el menor recibió en sus “partes íntimas”. El segundo detuvo el video y justo cuando el artista toca al menor toma la fotografía, para mostrar la prueba reina de un ‘ignominioso abuso sexual’ contra un infante. Si el reportero de El Tiempo se hubiese tomado el trabajo de averiguar, habría escrito responsablemente que al aguinaldo doble recibido por el pequeño, que sin proponérselo suscitó un escándalo innecesario, fue una suma superior al dinero que minutos antes había obtenido otro niño que subió a la tarima a imitar al cantante.

La intención de desencadenar un escándalo y dañar la imagen de Silvestre Dangond no es una afirmación irresponsable, es un propósito tenebroso lamentablemente replicado   por algunos medios locales, que amparados en la insensata ignorancia quisieron posar de escrupulosos y maduros. Excúsenme el término, pero uno no puede ser tan ‘malaleche’.

Ahora, muchos se preguntarán, ¿por qué la defensa de Silvestre? ¿Hay algún interés? ¡Ninguno! Simplemente, existen la consideración con alguien que es atacado injustamente y la admiración natural hacia un artista, cuyos gestos, expresiones y canciones son imitados por Juan Pablo, mi hijo, a quien ahora no quiero tocarle el ‘pirulito’ y preguntarle si “lo está reservando pa cuanta mujer se atraviese”.

Y no es que esté pensando que mi propio hijo me vaya a denunciar, sino que uno nunca sabe de donde saldrá otro oportunista como el ex magistrado Augusto Ocampo, quien no desaprovecha ocasión para mantener vigencia involucrándose en procesos judiciales de distintas naturalezas.

La moraleja de este incómodo episodio debe ser extensa para Silvestre Dangond. Él sabrá cómo actuar en adelante y reconsiderar que los billetes, aunque brindan comodidades, no son tan salubres ni suaves como el papel higiénico.

A mí, me permitió darme cuenta, gracias también a una senadora venida a menos como Gilma Jiménez, que después de los líos judiciales de Alfredo Barreneche, el director del ICBF en el Cesar es Carlos Vides Arias. ¡No suena tanto como Silvestre!

Por Sergio López Gómez

sefelogo@gmail.com

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